El diseño tipográfico es una industria que vive de vender licencias de uso por las tipografías.

Hay varios tipos de licencias: para uso en escritorio, web, apps para móviles, eBooks y servidores.

Cada licencia tiene una serie de características concretas en cada caso, generalmente relacionadas con el nivel de explotación de la misma.

A menudo las empresas que comercializan las fuentes ofrecen grandes ofertas cuando se adquieren múltiples licencias para una misma tipografía, de manera que es más rentable comprar todas las variantes de la misma (negrita, cursiva, etc.).

Hasta aquí, todo claro. Pero cuando se trata de un encargo de diseño para un cliente,

¿Quién debe pagar las licencias? ¿El cliente o el diseñador?

El principio es simple: quien la vaya a usar.

Está terminantemente prohibido (y penado por la ley) ceder tipografías a terceros sin licencia.
Todas y cada una de las entidades independientes que quieran usar una tipografía necesitan su propia licencia. Las tipografías son consideradas software, y debemos entenderlas cómo tal. Por suerte, la mayoría de páginas que venden tipografías permiten visualizarlas y testearlas de manera gratuita con algunas herramientas, cómo éstas.

Así, si el cliente quiere tener derecho a usar la tipografía, también deberá comprar una licencia de uso que se ajuste a sus necesidades. Para facilitarle las cosas al cliente, suelo encargarme de gestionar su pedido.

En caso de que se compre una tipografía para un encargo en concreto es posible transferir las licencias de uso de la misma (siempre y cuando éste pague por ellas). En este caso el comprador inicial pierde su derecho a usarla.

Entonces,

¿Cómo enviamos los diseños a terceros sin problemas?

Las tipografías utilizadas en los diseños que se van a compartir con terceros (ya sea el cliente, una imprenta o cualquier otro), deben estar convertidas a línea, de manera que no se pueda editar con dos objetivos: mantener la integridad del diseño y no vulnerar el copyright de la tipografía. Para esto, los formatos de archivo más comunes son PDFs, PostScript job files, o EPS con líneas vectoriales. Por eso, si empaquetamos un documento con el archivo de la fuente incluído, programas de diseño cómo InDesign nos alertarán con un mensaje.

Para acabar, te recomiendo el que consideramos el mayor banco de tipografías profesionales del mundo:

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